viernes, 2 de octubre de 2015

Un paraleloso puente: Juan Piña--- Pink Floyd---Querubín rebelde

Todo mundo comía y nadie decía nada. Había cama pa´ tanta gente que en las calles de mi barrio en Cali, todos los vecinos estábamos de acuerdo en realizar los agüa 'e lulos hasta la madrugrada. Con el guacal de cerveza, en el medio de la pista-calle de baile. Eran tiempos bacanos y todo eso. Era muy bonito ser niño, porque podías ver desde abajo. Los vestidos de colorinches de las señoras vecinas y también entre ellos. Las había piernonas y caderonas. Velludas y con medias disimulantes; pero también  las de sólo jeans y camisas, que para mi gusto de la época no eran tan atractivas. Otra cosa que hacía muy bonito ser chico era que desde abajo sentado en una silla o en el piso (recién entregado por la constructora) veías los pies moviéndose y aprendías a bailar salsa, casi que sólo viendo. los pies de todos. La coreografía se te quedaba grabada por varios días en la cabeza y luego nunca ensayabas, te salía, porque en Cali, así era la movida.

La cosa era que ningún chico, siendo niño se preguntaba el  porqué de las letras de las canciones. que se cantaban a  pulmón herido. Era tan normal, escuchar a Vicente decir que las mujeres son objetos -palabras más, palabras menos- de propiedad masculina. Y mucho menos cuando a altas horas de la noche, todas las vecinas trnasformadas, las cantaban cómo si fueran suyas las canciones

 

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